La noche
estalló de pronto,
el amanecer
vino mas de prisa,
se perdió el silencio
en el ocaso del grito,
del llanto
y la locura.

Un cuerpo quedó tendido
allá en la avenida
donde me vi crecer,
cubierto de amanecida

Los pasos
no dieron paso
al raciocinio,
y muertos quedaron
los árboles en el camino,
les talaron la vida
leñadores enceguecidos.

Una madre buscaba
su hijo,
y encontraba sólo
raicillas quebradas.

Se enajenó la cordura
de tanta locura.

Se oyeron
los serafines,
musitando
en dos notas
tristes,
su llanto.

La herida esta abierta,
y penetra en ella
el salino mar;
la noche apagó la vida.

(Por Simón Reyes)